El día que me desperté, había soñado con Maradona. Tenía algunos fragmentos a manera de restos diurnos que fueron habilitando al recuerdo. Apenas las noticias y unas fotos. Pensé en mi 86, de 7 años y en el Talent a color. En la rompedura de huevos que significaba tener que levantarse a cambiar de canal cuando me lo exigían los adultos que todavía gobernaban mi mundo. Era diferente cuando tomaba la iniciativa en sus horas de trabajo, y de tanto girar alguna vez quedé con la perilla en la mano. Dios.
Cerca del medio día regresó la idea del sueño. También y ésta vez por la poética de Dylan Thomas: “la pelota que arrojé cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo”. Ése Talent… en su pantalla Maradona me permitió conquistar el mundo. Un talento increíble. No lo pude igualar ni siquiera en los videos juegos porque Alemania, en el bajito México 86 de Cacoa, me eliminó en la final. Recuerdo prometer nunca permitirme jugar con ése equipo, empujar sus hilos. Puedo hoy rastrear en aquella promesa las huellas de derrota y dolor profundo que cuatro años después. Nos suceden los años. Y de tanto en tanto Alemania regresa para vengarse.
Me vuelve Maradona, me envuelve Maradona.
El día que desperté y había soñado.
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