Buena literatura. Esa que te obliga a agarrar la birome y remarcar frases, encuadrar párrafos. Un padre que se va muriendo, un hijo que desmiente y fantasea. En el camino va descubriendo la síncopa que el padre donó, es decir, aquella voz que lejos de ser un contratiempo que golpea, da cuenta de un anacronismo movilizante que acompaña y asombra por la variación que le introdujo al ritmo de su tiempo. Salman crea un mundo fantástico. Sólo esperamos que Tim Burton lo lea y se contagie, como nosotros.
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